Campesinado Mundos urbano y rural: conozcámonos mejor
El campesinado es a menudo un concepto imaginario para una parte de la sociedad, la que vive en ciudades o grandes conurbaciones, y que descubre la ruralía cuando se escapa unos días buscando la calma o las virtudes del campo y la montaña. Pero, básicamente, ¿qué hace nuestro campesinado en esta parte no-urbana del territorio de Cataluña?
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Nuestro campesinado permite una alimentación y gastronomía incomparables en el mundo
Los agricultores trabajan para alimentar a la sociedad y mantener sus actividades económicamente viables, sostenibles en el tiempo y de acuerdo con las regulaciones alimentarias en este rincón de Europa, las más exigentes del mundo.
En Cataluña, los alimentos deben producirse de forma segura, sostenible y respetando el bienestar animal. Por tanto, cuando salimos a comprar no sólo llenamos la nevera o la despensa; también estamos decidiendo qué país queremos para nosotros y nuestros hijos. Cuando nos abastecemos con productos de proximidad, alimentos con nombres y apellidos a precios justos para todos, estamos poniendo nuestro grano de arena para tener una sociedad y un territorio más equilibrados.
Pensemos en cómo nuestro campesinado nos permite disfrutar de frutas y verduras frescas y de temporada, de un pan con tomate con un aceite increíble, de una sobremesa con las mejores avellanas del mundo, de un bistec de ternera autóctona, de un bocadillo para tu hijo hecho con embutidos de casa o de una noche saboreando vinos que pueden competir con cualquier bodega, añada o DO del mundo.
Nuestro campesinado vela por el equilibrio territorial
El envejecimiento y la falta de relevo generacional es un grave problema para nuestro campo. Solamente un 9% de los agricultores de hoy tienen menos de 40 años. La falta de servicios básicos en casas aisladas y pueblos del mundo rural no ayuda a darle la vuelta a este dato.
Ser campesino es un trabajo y una manera de vivir, con aspectos idílicos para quien valora el tiempo de una forma más calmada, respirar aire libre o ver cielos estrellados, pero cuando tocamos con los pies en el suelo, una familia campesina puede tener que cerrar su actividad porque esta no es suficientemente viable, y cuando esto ocurre no solamente se cierra una casa que ya no abrirá jamás, sino que se pierde mucho más: perdemos cultura, valores, tradiciones, construcciones históricas, soberanía alimentaria, gestión y equilibrio territorial, biodiversidad y paisaje.
Asimismo, que el 90% de la población viva en el 30% del territorio, supone una saturación de los servicios públicos, un aumento de precio de las viviendas y un urbanismo insostenible.
Todo esto pide que el campesinado pueda quedarse donde está, porque un país bien poblado es una cuestión que nos concierne a todos.
Nuestro campesinado vela por los paisajes de las zonas rurales
Los agricultores y ganaderos son el 2% de la población activa pero gestionan el 80% del territorio. Sus campos de cultivo, huertos, frutales, viñedos, olivos, almendros, avellanos, bosques, prados y pastos dibujan el paisaje que disfrutamos todos cuando salimos de ciudad. Seguro que todos hemos pensado alguna vez cuando miramos por la ventana, mientras vamos en coche, tren, bus o incluso avión: ¡qué riqueza visual!
Las tareas en el campo son las que crean el mosaico que vemos dibujado. La gestión de los bosques y la ganadería extensiva aportan biodiversidad de fauna y flora, mientras regulan el sotobosque y ayudan en la prevención de grandes incendios. Los campos de cultivo de cereales y forrajes, sostenibles medioambientalmente, son un activo clave contra el cambio climático. La actividad agraria mantiene las variedades vegetales y animales autóctonas.
Estas y otras actividades agrarias y forestales son prácticas de responsabilidad social y ambiental, y los campesinos son conscientes de ello y tienen la responsabilidad de custodiar el paisaje para el resto de la sociedad.